Tiene 94 años, recorrió 63 parques nacionales y recientemente visitó la Antártida

 
A los 85 años, Joy Ryan se convirtió en un fenómeno en las redes sociales. Viuda desde hace más de dos décadas, "Grandma Joy" (Abuela Joy, en español), como la llaman en las plataformas digitales, se embarcó en una travesía que la llevó a conseguir un curioso récord. Hoy, es la persona de más edad en haber visitado los 63 parques nacionales de Estados Unidos. Su compañero de aventuras es su nieto, Brad Ryan, un veterinario de 43 años. En diciembre, ambos visitaron Argentina y, con ello, Joy tachó de su lista otra maravilla natural: la Antártida.

En el lobby de su hotel en Buenos Aires, Clarín tuvo la oportunidad de conversar con ellos. La abuela y su nieto, ya acostumbrados a la televisión y a las entrevistas, compartieron cómo nació esta aventura, que los llevó desde el Pacífico hasta Kenia, de Alaska al Polo Sur. También hablaron sobre su siguiente destino y cómo, frente a las maravillas naturales, sanaron una relación que parecía irrecuperable. 

 
“No es que comenzamos de nuevo, sino que construimos algo diferente”
 
Durante la conversación, Brad repetía las preguntas para su abuela, de 93 años, con un tono tranquilo y ligeramente más alto de lo habitual. Ella lo miraba, se apoyaba en su brazo al caminar y sonreía. Según Brad, la vitalidad de su abuela le resulta profundamente inspiradora. Al observarlos, resultaba difícil imaginar que, durante ocho años, no se habían comunicado.

Entre 2002 y 2010 —un período que ambos recuerdan claramente—, Brad rompió por completo todo contacto con su familia paterna, incluida su abuela. La ruptura de los padres de Brad originó esta distancia. “Hubo un conflicto con mi padre, quien era el hijo mayor de ella, y yo. Él me agredió físicamente y ella estuvo allí. Me dolió mucho, por lo que decidí cortar toda comunicación con ese lado de la familia”, rememora Brad. Joy, obligada a elegir entre su hijo y su nieto, optó por esperar. 

En 2009, durante sus años universitarios, Brad tuvo una revelación mientras recorría el sendero de los Apalaches, una cadena montañosa que se extiende a lo largo de 3500 kilómetros, cruzando varias provincias de Estados Unidos hasta llegar a Canadá. “Tuve mucho tiempo para reflexionar sobre mi vida y sabía que ella había estado mal de salud, así que cuando regresé, decidí contactarla”, cuenta Brad. Como su nieto, utilizó una táctica antigua: la llamó y le pidió que le enseñara a hacer su receta de galletas. 

“Al principio, la relación era algo incómoda —recuerda Brad—. Volver a lo que éramos antes no era posible porque después de diez años éramos diferentes. No es que empezás de nuevo, sino que construís algo nuevo, y eso fue lo que hicimos”. Poco a poco, abuela y nieto acortaron la distancia gracias a un amor común: la fascinación por la naturaleza. “Hicimos senderismo por Ohio y ahí descubrí que ella nunca había visto una gran montaña en su vida”, explica. Desde ese momento, su misión comenzó. 

Brad decidió abrir una campaña en GoFundMe, con el apoyo de amigos y conocidos, recaudando cerca de 3 mil dólares. A Joy no le convenció mucho la idea, ya que no le gustaba pedir dinero a otras personas para financiar sus viajes. Sin embargo, su nieta, la hermana de Brad, logró convencerla, según relata Brad. 

En 2015, hicieron su primer viaje juntos en auto. El padrastro de Brad las llevó hasta la universidad de su nieto y, antes de partir, tomaron una foto para recordar ese momento. Durante siete horas, mientras se dirigían a las Montañas Great Smoky en Tennessee, Brad le contó que había estado enfrentando dificultades con su salud mental. 

Ese viaje los unió, como cuando Brad era niño y viajaba con ella. El nieto, que ahora escribe un libro sobre su experiencia viajando con su abuela, recuerda que, mientras acampaban, Joy le preguntó si era gay. Brad respondió afirmativamente, pero se mantuvo a la espera hasta que ella le dijo: “Te amé cuando tenías dos años y te sigo amando ahora, a tus 34”. 

Desde ese entonces y durante casi nueve años, lograron una proeza: Joy se convirtió en la persona de mayor edad en recorrer los 63 parques nacionales de Estados Unidos. Completaron esta hazaña en 2023, cuando Joy tenía 93 años, con su visita al parque nacional de Samoa, en el sur del Pacífico. 
A pesar de la hazaña, Joy anima a otros adultos mayores a no sentirse presionados a recorrer el mundo para vivir aventuras. “Solo tenés que mirar a tu alrededor y asombrarte, pensar en todas esas vistas hermosas que ofrece el mundo, vistas que muchas personas ni siquiera llegan a disfrutar”, comenta en inglés. 
A lo largo de su recorrido, surgieron patrocinadores y colaboraciones. A esta abuela trotamundos le fascinó ver a los osos pardos de Alaska, un sueño que siempre tuvo. Sin embargo, ahora confiesa que el safari en Kenia y los pingüinos de la Patagonia también se han convertido en sus favoritos. 

 
La abuela de 94 años que no temió llegar a la Antártida 
 
Con 94 años, Joy Ryan no tiene planes de detenerse en su deseo de conocer el mundo. Convertida en influencer, más de 115 mil seguidores la motivan y envían mensajes de apoyo cada vez que anuncian un nuevo viaje. Aunque ya no realiza senderismo como antes, su nieto se encarga de toda la logística para que ella pueda disfrutar de los viajes a su propio ritmo. 

En diciembre, el dúo voló hasta Buenos Aires para continuar su aventura. Visitaron Caminito, la Catedral Metropolitana, el Teatro Colón y disfrutaron de un show de tango. Luego partieron en un crucero patagónico hacia el Polo Sur. En su ciudad natal de Ohio, ya se habían probado la ropa especial que necesitarían para soportar el frío extremo. Joy posó en “el fin del mundo” en Ushuaia y se prepararon para el viaje de dos días por el Pasaje de Drake.

Con botas especiales, Joy pisó el suelo antártico y observó de cerca a los pingüinos. “¿Por qué querría detenerme ahora, después de llegar hasta aquí? Pienso, bueno, puedo ir paso a paso, él me alienta —dice señalando a su nieto— y seguimos adelante. Los pingüinos, ni siquiera puedes explicar lo que son, parecen pequeños seres humanos, se caen de panza y lo intentan nuevamente. Realmente es algo increíble de ver”, comenta emocionada. 
Brad aclara: “Las botas son especiales porque están diseñadas para proteger la fauna local, y son bastante pesadas. Muchas veces tengo que recordarle: ‘tenés 94 años, abuela, date crédito por estar aquí. Si te cuesta, paramos un poco y descansamos’”. 

Viajar con un adulto mayor, aunque goce de buena salud, requiere ciertas adaptaciones. El veterinario menciona que ahora, con el desafío de recorrer todos los continentes, organizan cada destino con seis u ocho meses de antelación. Se mudó cerca de la casa de su abuela y están siempre atentos a su estado de salud. 
El siguiente destino será Islandia. Brad menciona que está organizando este viaje en una plataforma que permite a los influencers coordinar viajes en grupos de unas veinte personas. Además de su trabajo como veterinario, ahora también es conferencista, y junto a su abuela, han sido invitados a compartir su experiencia y los beneficios de los viajes intergeneracionales. 

Solo unas pocas personas mayores de 90 años han llegado a la Antártida, y el veterinario confiesa que le gustaría que su abuela pudiera verse como él la percibe: “A veces me gustaría que ella se dijera a sí misma: ¡soy increíble!, porque realmente lo es. Pero es demasiado humilde, sé que nunca lo dirá; está bien, el mundo lo dice por ella”. Joy mira a su nieto, sonríe y se encoge de hombros. El dúo continuará acumulando más sellos en sus pasaportes. 

Fuente: Clarín