Alerta ambiental en la Patagonia: más de 31.722 hectáreas fueron arrasadas por los incendios forestales en los últimos meses

Un reciente informe elaborado por Greenpeace encendió las alertas: los incendios forestales que azotaron la Patagonia durante la temporada 2024-2025 fueron los más severos registrados en los últimos treinta años. El dato, alarmante en sí mismo, impacta aún más si se considera el escenario natural en el que se produjeron: algunos de los parques nacionales más emblemáticos del sur argentino, como el Lanín, el Nahuel Huapi o Los Alerces, se vieron envueltos por las llamas.

Novedades14 de mayo de 2025BarbyBarby

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En total, más de 31.722 hectáreas fueron consumidas por el fuego, lo que equivale a una vez y media la superficie de la ciudad de Buenos Aires. Además de provocar la pérdida de más de 200 viviendas, el fuego dejó un saldo de cientos de personas damnificadas y una víctima fatal.

Los ecosistemas más afectados fueron los bosques andino-patagónicos, considerados en estado de emergencia desde hace tiempo. Según el informe, entre 2001 y 2023 se perdieron 115.140 hectáreas de esta valiosa cobertura vegetal. “Y los incendios son la principal causa de pérdida de bosques en la zona”, afirmó Hernán Giardini, coordinador de la campaña de Bosques de Greenpeace Argentina.

Durante la última temporada de incendios —de octubre de 2024 a marzo de 2025—, Neuquén fue la provincia más castigada, con 11.782 hectáreas quemadas. Le siguieron Río Negro, con 10.218 hectáreas, y Chubut, con 9722. Giardini calificó estos datos como "realmente alarmantes", señalando que extensiones semejantes no se queman con frecuencia.

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Más allá de la superficie afectada, lo que más inquieta a los especialistas es la velocidad con la que se propagaron las llamas. El investigador del Conicet Javier Grosfeld advirtió que se están observando con mayor frecuencia incendios de quinta, sexta y séptima categoría, comparables a los que recientemente devastaron zonas como Los Ángeles o Valparaíso. “E incidentes así están para quedarse”, señaló.

Tanto Giardini como Grosfeld coinciden en que eventos de esta magnitud no tienen precedentes en los últimos cien años en nuestro país. Las causas son múltiples y combinan tanto factores climáticos como humanos. De hecho, se estima que el 95% de los incendios en general son provocados por actividades humanas, ya sea por negligencia, intención de modificar el uso del suelo o directamente por actos de piromanía. “Sin embargo, en el caso de la temporada anterior no ha habido conclusiones conducentes”, aclaró Giardini. Varios focos se iniciaron en parques nacionales o zonas de estricta conservación, y aunque algunos fueron consecuencia de tormentas eléctricas, no se descarta la intervención humana, directa o indirecta.

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Entre los factores antrópicos que favorecen los incendios, uno de los más visibles es el avance de la urbanización en zonas de interfase, es decir, aquellas áreas donde se mezclan viviendas con vegetación nativa. Este fenómeno es cada vez más común en los paisajes cordilleranos de Neuquén, Río Negro y Chubut. “La gente se imagina lugares naturales y quiere vivir ahí, pero los incendios son parte de la dinámica de esos sitios”, explicó Grosfeld.

Basta que se cumplan tres condiciones para que un incendio cobre magnitud: la existencia de material combustible seco, viento fuerte que propague las llamas, y una chispa, que puede ser provocada por un rayo, un cigarrillo mal apagado o una fogata mal apagada.

Esta realidad pone también bajo la lupa la responsabilidad de quienes visitan la Patagonia. Turistas y residentes suelen desconocer o no respetar las medidas básicas de prevención, como no encender fuego en zonas de riesgo o no dejar residuos inflamables. A esto se suma la expansión de especies vegetales altamente inflamables, como los pinos exóticos, plantados en su mayoría con fines comerciales. Grosfeld remarcó que estas especies han colonizado extensas zonas como Puerto Patriada o El Hoyo, conformando lo que los especialistas llaman “desiertos verdes”: monocultivos que, combinados con las sequías, generan condiciones ideales para incendios de gran escala.

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El cambio climático, por supuesto, también tiene un rol protagónico. Investigadores del Instituto de Investigaciones en Biodiversidad y Medioambiente del Conicet, como Thomas Kitzberger, vienen advirtiendo desde hace años sobre las variaciones meteorológicas en la región. El incremento de tormentas intensas, mayor actividad eléctrica y sequías prolongadas —muchas de ellas relacionadas con fenómenos como La Niña— son parte de un patrón más amplio asociado a la crisis climática global. Así lo reflejan también organizaciones internacionales como World Weather Attribution, que han vinculado desastres recientes como los incendios en Viña del Mar y Los Ángeles a este fenómeno planetario.

Las consecuencias de estos incendios sobre el terreno son profundas. Algunas especies vegetales están adaptadas y rebrotan luego del fuego; otras, en cambio, no logran regenerarse. Esto está produciendo una transformación radical del paisaje, con fenómenos como la arbustización de los bosques. Este cambio altera toda la cadena ecológica: desde la vegetación hasta los insectos y los animales que dependen de ella.

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 ¿Qué se puede hacer?

Los incendios no son un fenómeno nuevo en la región, pero la forma en que se presentan hoy exige cambios urgentes en el abordaje y la prevención. “Me parece que los que estamos estudiando estos temas sabemos que la prevención es un tema que se trabaja poco, pero que puede cambiar el panorama”, indicó Grosfeld, quien también subrayó la necesidad de mejorar la eficiencia de los recursos que se destinan a combatir el fuego.

Entre las propuestas concretas aparecen la educación ambiental, la gestión del combustible vegetal y una distribución más estratégica de recursos, priorizando la prevención por sobre la reacción. Grosfeld cuestionó, por ejemplo, el elevado costo operativo de movilizar brigadistas mediante aviones y helicópteros: “En la última temporada, ¿cuántos de estos sistemas de transporte se destinaron solo a movilizar brigadistas de una provincia a otra?”, se preguntó.

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Ambos expertos coinciden en que la falta de brigadistas locales, sumada a recortes presupuestarios nacionales, afecta seriamente la capacidad de respuesta ante emergencias. Analizar cada caso particular, comprender los factores detrás de cada incendio y diseñar estrategias a medida es tan urgente como imprescindible. Pero el consenso más firme es que la prevención debe transformarse en política central si se quiere proteger el patrimonio natural patagónico.

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