Comenzó como cadete, fue telefonista y hace 12 años es el gerente del histórico Hotel Comodoro

En 1991, ingresó al hotel como cadete. Recién había terminado la escuela secundaria en la ENET N° 1 y comenzó a trabajar en ese edificio que tanto le llamaba la atención. José Antonio Rodríguez pasó por todos los puestos y, desde 2013, es el gerente del Comodoro Hotel, un histórico alojamiento que recibe a turistas de paso, viajeros y empleados de empresas petroleras o viajantes. Esta es su historia.

Exclusivo Me Gusta Patagonia13 de julio de 2025Fredi CarreraFredi Carrera

José Antonio Rodríguez

“Para mí, era buscar algo transitorio, pero terminó siendo mi vida prácticamente”, dice José Antonio Rodríguez cuando repasa su historia en el Comodoro Hotel, aquel histórico alojamiento de Chubut que alguna vez fue uno de los primeros edificios de altura de Comodoro Rivadavia.

Hace 12 años, José es el gerente del hotel, el hombre de confianza de los hermanos Roqueta y quien administra el día a día del Comodoro, el hotel donde comenzó siendo cadete y pasó por distintos puestos. Pero vamos al principio de su historia. 

Fachada

ENCONTRAR TRABAJO EN TIEMPOS DE CRISIS

José Antonio nació en San Ignacio de Loyola, Misiones, un lugar conocido por sus ruinas jesuíticas. Tenía 12 años cuando el destino lo trajo a Comodoro Rivadavia en 1984. Sus padres se separaron y su madre decidió regresar a su ciudad natal junto a sus tres hijos.

Ese año que llegó, José terminó la primaria y, un año después, ingresó a la ENET N° 1, donde se recibió como técnico electromecánico. 

En ese entonces, en tierras petroleras, terminar la escuela era sinónimo de estudio o petróleo. Sin embargo, a principios de los 90, cuando José se recibió, el panorama era distinto. La privatización de YPF paralizó la ciudad, con cientos de despidos, y pintó el paisaje con un panorama desolador. Y José también sintió el golpe.

“Cuando terminé la secundaria, era un lío Comodoro”, cuenta a Me Gusta Patagonia. “Era muy similar a lo que está pasando ahora. No había laburo y era buscar algo transitorio. La perspectiva no era muy buena para esa camada de egresados y había que salir a buscar trabajo. Me acuerdo que en ese momento mi vieja me dijo: 'no te puedo pagar la universidad, así que había que laburar'”, recuerda.

Sus primeros pasos en el mundo del trabajo fueron en la construcción, como albañil; sin embargo, no fue fácil. José admite que terminaba todo roto, lo sufría, pero era mejor eso antes que nada, hasta que un día una entrevista con Emilio Martínez, el administrador del Hotel Comodoro, cambió su destino.

José lleva grabado ese momento en la memoria. “No sé cómo tuve esa entrevista, pero me acuerdo que me recibió, me atendió y no me prometió nada. Me dijo que si había una posibilidad, me iba a tener en cuenta, pero a la semana me llamó y me ofreció ser cadete del hotel. Entré a la pala, hacer fuerza y todo lo que era, le dije que sí, voy para allá y arranqué. Habrá sido en marzo del 91.”

El Hotel Comodoro, inaugurado el 9 de marzo de 1962 bajo la presidencia de Frondizi y construido por los hermanos Vizental, fue un hito en la arquitectura de la ciudad. A José, el edificio le llamaba la atención; era imponente, impactante, y cada vez que caminaba por el centro lo miraba.

“Cuando lo veía caminando en el centro por los 80, era un edificio que impactaba porque tenía cierta fachada interesante. Pero cuando empecé, era muy diferente a lo que es ahora. De hecho, no estaba la plazoleta; era un lugar donde se podía estacionar libremente y también había otros puestos y otro movimiento. Porque, si bien había cierta situación parecida ahora con YPF y demás, recuerdo que había mucho movimiento de clientes, diversidad de clientes, sobre todo viajantes, visitadores médicos, empresas, que había pocos, pero había, y algunos que venían por salud. Eso me impactó: la cantidad de tipos de clientes que había.”

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Como dice José, la hotelería de aquellos tiempos era diferente. Había puestos que hoy ya no existen, como el conserje, el telefonista o el portero, y su curiosidad y ganas de aprender lo fueron llevando por diferentes caminos. Así, pasó de cadete a telefonista y, más tarde a jefe de recepción, otros tiempos que aún recuerda.

"Cuando yo arranqué, todo era muy manual, y un poco mi crecimiento interno fue porque tal vez estuve en los momentos justos y en el lugar oportuno. Por ejemplo, mi paso de cadete a telefonista fue porque estábamos haciendo el cambio de los teléfonos a clavija, un cable que se enchufaba a una habitación y hacíamos un pase de llamadas a un sistema un poco más tradicional, que tenía un poco más de botoneras porque tenías que saber los internos de cada habitación. Pero en ese cambio tecnológico, que para la gente que estaba en ese momento era tremendo y hasta causaba miedo, yo tenía la clásica curiosidad de mi edad y terminé aprendiendo el teléfono mucho más rápido que quienes estaban en el puesto de telefonía."

“Lo mismo pasó cuando estaba en el teléfono y apareció la primera computadora. Cuando la gente decidió comenzar a usar la primera computadora, sucedió lo mismo. La gente que tenía que aprender los comandos tenía miedo, no quería, así que terminé aprendiendo más que el resto y pasé de ser telefonista a ser conserje.”

Esta posición la ocupó durante un tiempo considerable, hasta que el auge de Comodoro y la exigencia de las empresas petroleras llevaron al hotel a certificar los servicios bajo normas ISO, impulsando nuevos métodos y puestos de trabajo. Así, José Antonio pasó a ser jefe de recepción, un puesto que fue fundamental para su futuro.

Es que en marzo de 2013, cuando Carlos Guadano, el gerente, estaba próximo a jubilarse, le ofrecieron el cargo. “Me acuerdo de que me llamó el dueño y el gerente. Yo pensaba que era algo más de laburo y me hacen la propuesta de tomar las riendas del hotel. Y la verdad es que me gustó la propuesta y acepté".

El traspaso de mando fue gradual; el gerente anterior lo acompañó durante varios meses para que José Antonio pudiera familiarizarse con las complejidades de la gestión, y en octubre de 2013 arrancó solo al frente del hotel. Es si bien la experiencia en el sector ya la tenía, la gerencia implicaba un nuevo nivel de responsabilidad.

“Me faltaba un poco la conducción general de los diferentes jefes de área. Empezar a perfeccionarme más en proveedores, compras y decisiones que tienen que ver con la empresa, y empaparme un poco más de lo que yo hacía en el sector, porque ya lo ves como un todo. Como tal, lo tenés que cuidar, mantener y fijarte qué tipo de proveedores tenés, porque tenés que tener una buena calidad de proveedores, ya que eso requiere tener buena blanquería".

"Vos vas a un hotel y querés tener una habitación cómoda, limpia, con buenos estándares de calidad, y para esto tenés que tener lo mejor y también buscarlo".

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UN HOTEL CON HISTORIA EN TIEMPOS DE CRISIS

Hoy, el Hotel Comodoro, cuenta con 105 habitaciones de diferentes tipos: superior, estándar y unas pequeñas que dan a un pulmón de un edificio, es más silencioso. Históricamente, su principal motor ha sido el cliente corporativo, ligado al petróleo y la minería de Santa Cruz, así como a visitadores médicos y viajeros. Sin embargo, hoy, al no haber tanto corporativo, “se mantiene un poco la minería de Santa Cruz, que es de paso; salud y, después, no dejaron de venir los viajantes. Vienen menos, pero vienen, y el turismo de paso se nota más entre diciembre y marzo.”

Lo cierto es que, en este contexto, el bajón se hace sentir. “Se está sintiendo mucho. En la ciudad, por la noche, no hay el movimiento que había; los fines de semana uno estaba acostumbrado a caminar y ver gente entrando a los restaurantes y ya no lo ves. Entonces, es complicado, es difícil y muchos tienen que reestructurarse, acomodar sus costos y tratar de aguantar. El tema es que no tenés un mediano plazo; hoy es una incertidumbre total.”

Las cifras son claras: la ocupación hotelera actual ronda entre un 35 % y un 40 %, muy por debajo del promedio de un 60 % o 70 %. En los mejores momentos, el hotel llegó a tener una ocupación cercana al 80 %. Sin embargo, la diferencia con otras épocas de recesión es que, a diferencia de otros momentos, "no ves luz al final del camino y tampoco ves que alguien está haciendo algo para mostrar una esperanza", lamenta José Antonio.

En su mejor época, el hotel llegó a tener 60 empleados; hoy son 20, y la dinámica de trabajo es diferente. El lobby bar ahora es un espacio de uso exclusivo para los huéspedes, y los salones se utilizan para diversas actividades, desde cursos y charlas hasta presentaciones. Además, desde 2004 funciona la Escuela Nacional de Experimentación y Realización Cinematográfica (ENERC), y una empresa petrolera tiene una oficina en el lugar.

UN LUGAR QUE ES COMO SU CASA

A pesar de los desafíos, el Hotel Comodoro sigue siendo un emblema de la hotelería y uno de los edificios históricos de la ciudad.  Y José Antonio ya es parte de su historia, con el objetivo de mantener vivo el legado de este ícono de la ciudad.

"Para mí, el hotel es mi vida. Yo arranqué pensando que iba a ser algo momentáneo porque había estudiado otra cosa, pero lo aprendí a querer y hoy por hoy tengo todo gracias al hotel, mi vida hecha gracias al hotel y a los Roqueta, que me han dado la oportunidad. Así que, para mí, el hotel es todo, porque sin él no hubiese progresado, no hubiese tenido lo que tengo, ni la familia que tengo, ni los gustos que me he dado en vida".

"Lo que más me gusta es la interacción con la gente. Conocés diferentes personalidades y gustos, desde el que tenés un mínimo diálogo hasta uno que conocés un poco más, que te busca, te saluda y te pregunta por tus hijos. La interacción con el cliente creo que es lo más lindo de todo tipo de segmento: corporativo, el que viene por turismo, e incluso el que viene por salud, porque vos también te pones un poco en su lugar y acá le damos contención, sobre todo cuando, por ahí, estás lejos de tu familia. Una palabra agradable, un buen día, cómo le fue hoy, creo que es lo que más le queda a uno y más se lleva el cliente", sentencía, el hombre que empezó como cadete y terminó siendo gerente de aquel hotel que conoció cuando todavía era un niño. 

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